En este artículo, voy a plasmar ideas concretas y ejemplos claros sobre la existencia de los límites dentro de las relaciones entre los miembros de una familia, extendiendo esta idea, por supuesto, a que las relaciones familiares son una representación de una sociedad, siendo la familia la primera oportunidad que tenemos desde la infancia para conocer y practicar la interacción sana entre las personas que nos rodean, indistintamente de la cantidad de miembros ni de la relación de consanguinidad o de afinidad.
Los límites marcan una barrera saludable entre lo que es permitido, y lo que no es tolerable, lo que hiere, daña o pone en peligro a si misma/o, a alguien o a algo. Dentro de las ideas que transmite una crianza respetuosa, los límites son necesarios para la sana convivencia, para la seguridad, para la elaboración de estructuras mentales saludables y así comprender cómo funciona el mundo. Así mismo, plantear límites no es sinónimo de violación de derechos ni de la utilización de la fuerza y/o imposición arbitraria de los mismos; los límites pueden y deben ser planteados con amabilidad y firmeza, con claridad, ajustados a cada necesidad familiar. Incluso, podríamos decir que los límites claros, realistas (ajustados a la edad de cada niño o niña) pueden ser una vía para criar sin castigos y amenazas.
Planteando esto, considero que un paso fundamental que cada familia puede dar es considerar cuáles límites son importantes para la sana convivencia, cuáles pueden ser flexibles, y cuáles son prioritarios. Estos deben ser comunicados con claridad a cada miembro de la familia, y por supuesto comprender, que, para el cumplimiento de estos límites, los niños y niñas en edades correspondientes a la primera infancia (0-7 años) deben ser guiados, acompañados, los adultos debemos modelarlos en el hogar y sobre todo comprender, que los límites necesitan repetición, claridad, constancia y amor. Como último punto es importante aclarar, que a veces los límites, aunque son necesarios, los niños y niñas pueden crear resistencia, manifestar su incomodidad y su descontento (por ejemplo, no querer irse del parque a la hora acordada), eso es una reacción natural e importante que ocurra, ya que los niños se pueden conectar con la valiosa oportunidad de poder expresar, desde muy pequeños, sus deseos y descontentos, y contar con personas que le escuchen, aunque deban mantener el límite por el bien de la convivencia familiar.
RECALCANDO EL VALOR DE LOS LÍMITES
En este artículo, voy a plasmar ideas concretas y ejemplos claros sobre la existencia de los límites dentro de las relaciones entre los miembros de una familia, extendiendo esta idea, por supuesto, a que las relaciones familiares son una representación de una sociedad, siendo la familia la primera oportunidad que tenemos desde la infancia para conocer y practicar la interacción sana entre las personas que nos rodean, indistintamente de la cantidad de miembros ni de la relación de consanguinidad o de afinidad.
Los límites marcan una barrera saludable entre lo que es permitido, y lo que no es tolerable, lo que hiere, daña o pone en peligro a si misma/o, a alguien o a algo. Dentro de las ideas que transmite una crianza respetuosa, los límites son necesarios para la sana convivencia, para la seguridad, para la elaboración de estructuras mentales saludables y así comprender cómo funciona el mundo. Así mismo, plantear límites no es sinónimo de violación de derechos ni de la utilización de la fuerza y/o imposición arbitraria de los mismos; los límites pueden y deben ser planteados con amabilidad y firmeza, con claridad, ajustados a cada necesidad familiar. Incluso, podríamos decir que los límites claros, realistas (ajustados a la edad de cada niño o niña) pueden ser una vía para criar sin castigos y amenazas.
Planteando esto, considero que un paso fundamental que cada familia puede dar es considerar cuáles límites son importantes para la sana convivencia, cuáles pueden ser flexibles, y cuáles son prioritarios. Estos deben ser comunicados con claridad a cada miembro de la familia, y por supuesto comprender, que, para el cumplimiento de estos límites, los niños y niñas en edades correspondientes a la primera infancia (0-7 años) deben ser guiados, acompañados, los adultos debemos modelarlos en el hogar y sobre todo comprender, que los límites necesitan repetición, claridad, constancia y amor. Como último punto es importante aclarar, que a veces los límites, aunque son necesarios, los niños y niñas pueden crear resistencia, manifestar su incomodidad y su descontento (por ejemplo, no querer irse del parque a la hora acordada), eso es una reacción natural e importante que ocurra, ya que los niños se pueden conectar con la valiosa oportunidad de poder expresar, desde muy pequeños, sus deseos y descontentos, y contar con personas que le escuchen, aunque deban mantener el límite por el bien de la convivencia familiar.
AUTORA: PSIC. JOVANA VILLALOBOS
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